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Don Quijote animadoRecuerdo que lo leí por primera vez a los 10 años porque la seño de Lengua nos obligaba. Al principio lo empecé con interés porque era algo nuevo y por lo que suponía acercarse a la lectura del libro más universal. Sin embargo, ese mismo interés fue decreciendo conforme iban pasando los capítulos. Yo sólo veía un hombre que cada vez estaba más loco y, lo que es peor, cuanto menos cuerdo, más se reía la gente de él, más crueles eran los personajes con el hidalgo, más desgracias ocurrían a su alrededor. Ahora, después del tiempo, pienso que no estaba preparado para tanta penuria; es cierto que El Quijote tiene mucha fantasía, pero también está lleno de crueldad y si algo no he soportado nunca es esa manía tan española de reirse de las desgracias ajenas. Creo que todo esto no lo pude soportar; el capítulo del Clavileño fue el que me hizo dar el carpetazo definitivo. Después de la infancia se produjo, en el año 79, mi segundo acercamiento al Quijote. Yo había llegado a Madrid para dibujar tebeos, pero la cosa estaba tan malita que la única opción profesional era el dibujo animado. Gracias a mi amigo Matías Marcos aprendí la técnica de intercalar (dibujos intermedios entre la primera y última animación) y mis primeros trabajos fueron para los americanos de la productora Hanna Barbera. Sin embargo, aquello no nos daba para llegar a fin de mes, por lo que Antonio Zurera (compañero de fatigas) y yo hicimos una prueba en una nueva productora que ya había empezado la aventura de contar El Quijote en dibujos animados. Aprobamos y, en septiembre de ese año, ya formábamos parte del equipo de Cruz Delgado y José Romagosa. Éramos todos muy jóvenes, entre 18 y 25 años, y teníamos una ilusión extraordinaria. Pronto empezaron a pasar por mis manos dibujos de Quijotes, Sanchos, amas, sobrinas, curas, barberos, galgos, cuervos, Rocinantes, Rucios,... Recuerdo que yo entré justo en el capítulo en que Don Quijote y Sancho se encuentran en el camino a unos mercaderes que iban a comprar seda a Murcia. Era todo frenético, pero le poníamos mucho cariño. Mientras trabajábamos comenzaron a emitir la serie por TVE. Me acuerdo todavía de lo nerviosos que estábamos en el restaurante, mirando el televisor, el primer día. Allí estaba mi Quijote moviéndose, ya no parecía un mero dibujo, aquello tenía vida y su voz, la voz de mi dibujo era la de Fernando Fernán Gómez. Allí estaba aquella intercalación de 5 segundos de mi Sancho, con la voz de Antonio Ferrandis... Y luego, los créditos, nuestros nombres en televisión... Una emoción inenarrable. Con los meses, dejé el departamento de intercalación y entré en el de planificación o layout. Me vino muy bien pues el margen de creatividad era mucho mayor. Tal es así que los dibujantes aprovechábamos las multitudes de algunos capítulos (las Bodas de Camacho, la Ínsula de Barataria,...) para crear personajes o incluso caricaturizarnos unos a otros y dibujarnos junto al Quijote o Sancho. Tengo que agradecer que existiera esta etapa de mi vida y esta serie de dibujos animados porque me han enriquecido en dos vertientes: una profesional y otra intelectual, que me ha acercado no sólo al Quijote y a Sancho, sino a todo ese mundo de los yangüeses, Ginés de Pasamonte, la cueva de Montesinos, el bálsamo de Fierabrás, Dulcinea... superando finalmente el capítulo del Clavileño. Nº comentarios: 1 · Valoración media: 5,0 · Último comentario: 23/abr/05 15:15 COMENTARIOS DE ESTE ARTÍCULO
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