La cárcel y el cordel

Autor/a: Fernando Rodríguez Mediano. Investigador CSIC.
Guardado en Vivencias personales 15/abr/05 18:19

Cientoveinticuatro puntos trazados en la mano, y los dedos cosidos. Es su cárcel manantiales de luz intercadente, y te recuerdas, de pronto, arrebujado ahí como un fantoche.

Cuando el cordel se corta con sierras o navajas, queda su extremo suspendido, dando vueltas, sucesivamente apuntando hacia un barrote de la cama, hacia la puerta; y el monigote tendido ahí, como mirando. Si recuerda

todos los golpes, zumba zumba, en la cabeza; los pescozones y los manteamientos; los insultos, loco de mierda, los insultos; cuando lamía con la lengua seca las paredes saladas de la cárcel; la hoguera de los libros y los burros.

Si recuerda volver a despertar para mirarse los quince dedos y huesos mutilados.

Y la razón, que ha ido dejando costras de costra negra en la cabeza.

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